Jn 20,1-9 ¡Resucitó! ¡Cristo resucitó!
Este grito echó a andar una fuerza vital que ha renovado a generación de la historia humana para llenarla de sentido nuevo. Los relatos de la resurrección no describen lo sucedido en la tumba de Jesús, sino el efecto que produjo en quienes buscaron el sentido de aquel vacío dejado en los propios terrenos de la muerte por el cuerpo del Maestro ajusticiado. Allí se reveló la vida, desde el vacío, como un grito de relampagueante revelación. El grito de la vida nueva se convirtió en lema del discipulado original y originante. Por una parte, nadie lo pronunció antes y, por la otra, solo los discípulos de Jesús lo profieren con su profunda verdad, que es el modo único de ser discípulo: aprender a vivir como el Maestro, y aprender de él. Las lecturas de hoy sugieren los trazos fundamentales de lo que implica la vida del discípulo de Jesús.