Es hora de hablar de Dios. He encontrado la siguiente idea de Alfred Delp, teólogo y miembro de la resistencia contra el nacionalsocialismo, en sus Meditaciones del año 1944: ¨Hemos encerrado a Dios en los límites y barreras de nuestra utilidad, nuestra peculiaridad, nuestros sentimientos, nuestra autorealización, etc. Solo reconocemos a Dios como el más grande, santo y todopoderoso en tanto en cuanto nos confirma y apoya en nuestra propia obstinación.
Lo reconozco, me asusta un poco que 80 años después de la aparición de este texto la idea parezca más actual que nunca. Es un hecho que Dios y la búsqueda de Dios cada vez tienen menos importancia en nuestro tiempo. Quizás sea debido a que hay ofertas más que de sobra de cosas que supuestamente son útiles y promueven las ideas del ser humano. No me hace falta Dios ni para autorealizarme, ni para realizar mis ideas, ni para encontrar la felicidad o tener salud. También en la Iglesia corremos permanentemete el peligro de no necesitar a Dios para justificar nuestras ideas y objetivos. Pero éste no puede ser el Dios del que habla la Biblia y por el que muchas personas han luchado hasta llegar a entregar su propia vida. Un Dios que solo nos sea útil no nos hace falta, está de más.
Es bueno que en estos tiempos siga habiendo muchas personas que encuentran en Dios el apoyo, consuelo y fundamento de sus vidas. Se implican en la Iglesia, trabajan por los demás porque saben que la experiencia salvadora de la fe no se la pueden guardar para sí mismos, la deben compartir. Pero un simple vistazo a la situación del mundo hace difícil que el ser humano crea en un Dios como el que nos fue revelado. ¿Cómo puede un Dios bueno permitir la guerra, el odio, la destrucción, la enfermedad y el sufrimiento infinito de este mundo? Hasta el día de hoy esta oscura realidad es el argumento de más peso contra la existencia de un Dios todopoderoso, bueno y misericordioso. Por supuesto que las guerras, el odio y la destrucción se pueden explicar desde el mal uso de la libertad humana. Pero esta explicación a muchos no les convence. Hay demasiado sufrimiento en el mundo como para poder explicarlo de forma racional.
Esta falta de seguridad en la fe tampoco le es ajena a la Biblia. Para mí el libro más turbador de las Sagradas Escrituras es el Libro de Job. Lo que cuenta básicamente es que Job es un hombre justo que vive de acuerdo a Dios, ejerciendo el amor al prójimo y en paz con su familia. Dios permite a Satanás que lo tiente. Poco a poco Job va perdiendo todo: su familia, sus bienes, su salud. Pero él permanece fiel a su fe en Dios. Por ello la historia acaba con un final feliz. Dios premia a Job por serle fiel en la fe. Todo le es devuelto y con creces: sus bienes, su salud, su familia. Uno tiene la sensación de que hasta al propio autor del libro se le hace difícil la inexplicable manera de actuar y la dureza de Dios.
La parte central del libro nos remueve de manera especial. En ella Job lucha con Dios y confronta a sus amigos. Ellos, para consolarlo, le dan las clásicas respuestas. Buscan una explicación al sufrimiento. Tiene que ser justicia lo que se esconde tras todo ello. Dios castiga el mal que Job debe de haber hecho alguna vez. Ellos conocen la respuesta a la situación en la que él se encuentra. Tienen explicaciones claras para las cosas del mundo y para las de su amigo. El sufrimiento es un castigo; el ser humano es responsable, a Dios no se le puede pedir responsabilidad. Pero a Job estas respuestas no le satisfacen. La cuestión del sufrimiento sigue abierta.
Dios no es útil. Dios no ofrece respuestas simples a las complicadas preguntas que preocupan al ser humano. Tampoco hoy en día. Es fácil deshacerse de Dios porque no nos es útil. Pero obviar el mal y el sufrimiento ya no es tan fácil. Y menos aún dejar a Dios al margen. A Dios, que es mi sustento. La respuesta que Dios le da a Job me deja completamente perplejo: lo que Dios le dice a Job es más o menos que él, como persona en su pequeñez, simplemente no alcanza a comprender a Dios en su grandeza. El ser humano tiene que aceptar que no puede comprender las intenciones y la manera de actuar de Dios. Tampoco es que Dios se ofrezca como solución a los problemas en el Libro de Job. E incluso si miramos al Nuevo Testamento, pese a toda la alegría que encierra su mensaje, la vida de Jesús y su final en la cruz, presentado como la voluntad del Padre, tampoco nos ayuda realmente a entender la voluntad de Dios. Y tampoco es que la Pascua sea un Happy End, un final feliz del Viernes Santo.
Es hora de hablar de Dios. Y es hora de hacerlo en la diversidad de experiencias de la fe, porque, claro que hay la experiencia del amor, de la comprensión, de la amistad y la cercanía. Pero también hay la experiencia de tener que aguantar, de no entender y aún así aferrarnos a Él en la fe y al final confiar en que Dios nos quiere bien, a nosotros y al mundo. A algunas personas la única manera de orar que les queda es quejarse ante Dios, una manera de rezar a veces ya olvidada y que se encuentra en los Salmos. E Incluso para los que no creen en Dios, sea porque no quieren, porque no pueden, o porque ni se lo plantean: Dios está ahí. Su existencia no depende de la fe de las personas.
La experiencia de Job es válida para los creyentes. Sea como sea su manera de acercarse a Dios, Éll nunca es instrumento al servicio de mis/nuestros planes humanos. Eso sería demasiado fácil. Quizás la mejor respuesta para los cristianos y cristianas a la pregunta del sufrimiento y el papel que Dios juega en él es responsabilizarnos en la medida de nuestras posibilidades para cambiar el sufrimiento, el odio, la guerra y muchas otra cosas. Quizás también los amigos de Job deberían haber discutido menos sobre Dios y haber ayudado más. Así que nuestro lugar en la Iglesia siempre debe estar al lado de los que sufren. Y esta tarea nos incumbe a todos y cada uno de nosotros y nosotras.
Es hora de hablar de Dios. Quizás también se podría decir así: es hora de "hacer Dios".
Les deseo un bendecido tiempo de Cuaresma.
Que Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo nos bendiga.
+ Peter Kohlgraf
Obispo de Mainz
Mainz, Primer Domingo de Cuaresma de 2024
Übersetzung von/Traducción: Gema Echevarria Eraña