Jn 10,31-42:
El Dios todo misericordia que revela Jesús con sus obras y palabras es un escándalo y una amenaza para quienes hacen un Dios a medida de sus intereses o los de su grupo. Por eso el círculo en torno a Jesús se va cerrando cada vez más y su vida va estando progresivamente amenazada. Su identificación con el Padre y su proyecto de solidaridad amorosa desde abajo, hasta el punto de proclamar: «El Padre está en mí y yo en Él», le convierten en blasfemo ante la mirada juzgadora de los representantes del templo. La Buena Nueva que inaugura Jesús es que no hay más templo que su cuerpo: Aquel al que el Padre consagró. El culto cristiano se realiza en el ejercicio del mandamiento del Amor y en la vivencia de las Bienaventuranzas y su templo es la encarnación de Dios en la projimidad humana y en toda la creación.