Dios concede el Espíritu Santo a cuantos creen que Él resucitó a Jesús de Nazaret, es lo anuncian los apóstoles en Jerusalén. El Espíritu de Dios empuja al testimonio de palabra y de al cristiano, incluso bajo las condiciones adversas y amenazantes que muchas veces le rodean, os no niega su Espíritu a quien confiesa la vida nueva de Cristo resucitado, porque la confesión es producto del mismo Espíritu. A nuestro alrededor podemos distinguir a muchos testigos de la fe en la vida nueva. Descubrimos a los que acompañan a enfermos, encarcelados y angustiados, a los comprometidos en la educación, a los que crean trabajos dignos y suficientes, a los que apoyan a migrantes y discriminados, a los que buscan justicia y equidad, a los mártires de la fe. En ellos se manifiesta el Espíritu de Dios. De las personas a mi lado, ¿quién es un testigo de Cristo? ¿Cómo me uno a su testimonio?
Ayúdanos, Señor, con la fuerza de tu Espíritu, a ser mujeres y hombres de comunión allá donde hay fractura y desamor.