La palabra definitiva de Dios sobre el mundo no es el juicio sino el Amor. Su amor gratuito y solidario se encarna en Jesús para que la vida alcance su plenitud y lo sea en abundancia para todos y todas, empezando por los más débiles. En un mundo quebrado por la injusticia y la violencia, el Evangelio abre caminos de humanización y renovación profunda de la vida. Jesús es la luz que se nos ofrece para alumbrar un mundo nuevo con la ayuda de su Espíritu. El Evangelio es siempre un desafío a la libertad humana, por eso no hay vida cristiana sin ejercicio permanente del discernimiento. ¿Qué caminos, qué prácticas personales y comunitarias en la complejidad de nuestros contextos sentimos que nos conducen a la luz y cuáles nos dejan en las tinieblas?
Que abramos caminos de humanización y renovación profunda de la vida al modo de Jesús.